El Manifiesto Cyborg‘, explica cómo las personas nos estamos convirtiendo en parte inseparable de las máquinas. Fue escrito en 1985 por una feminista, la visionaria Donna Haraway.

Ya avisaba del impacto que tendría la inteligencia artificial en el empleo en las próximas décadas, ya que la robotización asume cada vez más aquella tareas que son rutinarias, aquellas que se pueden automatizar.

Esto, a priori, supone un riesgo mayor para las mujeres. Ya que los indicadores muestran que son las mujeres quienes principalmente desempeñan estos puestos de trabajo. Pero ese riesgo, a su vez, se puede convertir en oportunidad para la mujer, ya que también es cierto, que un robot, en el mundo laboral, difícilmente podrá ofrecer el componente de interacción social. Y me explico…

El cambio tecnológico trae, cada vez, una mayor demanda de empleos donde lo esencial es el valor humano, la colaboración y el respeto. Y esto es lo que diferencia un humano de una máquina.

Aquellas tareas empleadas con corazón y pasión, Que son singulares, que requieren originalidad, que a través de la empatía logran sintonizar, las que nos persuaden y convencen mediante la creatividad y el ingenio. En definitiva, aquellas tareas que requieren de habilidades sociales.

Pues perdón a quien le moleste, pero en habilidades sociales, las mujeres nos golean (tanto a las máquinas, como a los hombres).

Para verlo mejor, fácil con un ejemplo: sectores en crecimiento, como la enfermería y la salud. En mi opinión, las máquinas más sofisticadas nunca serán capaces de cuidar a nuestros abuelos mejor que un ser humano.

Donna Haraway escribía que las diferencias de género se difuminan a medida que nos convertimos en «cyborgs».